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Se intuía. Las asperezas en el aire, la densidad del cielo, lo que pesaba cada pie al dar cada paso. Todo podía ser una señal completamente descifrable de que el día no era mío. De ser más sencilla, de haber sido más detallista, podría haberlo evitado.
Pero ese día lo viví como uno más, hasta que dejó de serlo. Y estoy casi segura de que paraste el tiempo, o por lo menos el tiempo de mi mundo. Fue un momento frío, triste, solitario.
No te culpo, y aunque juré olvidarte, hoy juro que ese momento fue inolvidable. Y aun hoy, en la distancia –de tiempo y espacio- me pregunto qué hubiera pasado y le doy cada día un final distinto a la historia que nunca fue.

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