Mi mirada es invisible, y mi sonrisa se añeja, mis labios se parte, y mi voz sale entrecortada.
El suelo tiembla, el cielo se estremece, cae una gota, será de llanto, o será de lluvia. Miro al cielo y te pienso. Cae otra.
¿Cuando volverás a aparecerte en mi vida?
Y mientras más te pienso, más te extraño y más te siento: más te amo.
No estás, pero estoy; mi alma te sigue y te acompaña. ¿La distancia? No existe. Estoy aunque no me veas, o aunque no quieras verme. La luz se vuelve insoportable y lastima mis ojos. La calma me ataca, y yo me desespero. Te paseas frente a mi mundo, no volteás, no me mirás, y seguís de largo.
Cae una lágrima más.

2 delirios ajenos:

El Vizconde Valmont dijo...

Conozco lo que cuenta, y aunque la herida no está cerrada del todo, me da pavor que vuelva a abrirse. Tanta felicidad que apenas duró, y tanta tristeza que vino. Como dijo Neruda, "es tan corto el amor, y tan largo el olvido", o algo así. Para celebrarlo me pongo un video de Holyfield, me abro una cerveza sin alcohol y busco "rosario, argentina" en google.

Miguelo dijo...

lo de 'la calma me ataca' me ha encantado, una antitesis muy interesante.


besoss