Era magia, pero nunca lo supiste.
Estaba mucho más allá del sentimiento humano del amor,
era más real, más intenso, más pleno.
Era amor, pero era magia,
era algo así como un amor mágico, de esos que uno piensa que solamente puede encontrarse en cuentos y vivirse en fantasías.
Ahora no queda nada.
Nada de nada.
Solo recuerdos que son mitad reales, y mitad producto de mi imaginación.
Se mezcla en mi mente lo que pasó, y lo que quería que pasara, o lo que no hubiese querido que pasara nunca.
Estoy tan lejos de tu adios, como de vos,
y sin embargo hoy al pensar en vos, y en tu nombre algo adentro me hierve, y la piel me quema, y el corazón se me retuerce un poco.
Algo así como esa sensación de volver a probar un sorbito de café después de haberte quemado y ampollado con el primero.
Pero lo sé: el que quiere celeste que le cueste, dicen...
Nada que alguna vez no duela vale la pena.
Así que acá estoy, conviviendo con los ecos de tu recuerdo,
y reinventando en mi mente el sonido especial de tu risa.