el reloj no para, no puede parar. todo lo otro sí.
entonces parece que estoy en cámara lenta, y que todo se intensifica.
todavía puedo ver tus ojos brillando, iluminando tu sonrisa que sonríe porque me mira, y quiere mirarme [y sonríe por mí, porque estoy ahí, porque soy tuya].
y se me pone la piel de gallina, y me corre un temblor por todo el cuerpo.
[si, como cuando me besas(abas)]
y me asfixio, el aire se hace espeso y casi puedo sentir el esfuerzo de mis pulmones agrandándose para recibirlo y llenarse de él.
pero lo disfruto porque te amo tanto que cualquier dolor es tolerable a comparación de la insoportable sensación de sentirte (y saberte) ajeno, a comparación de la inmensa pena que produce tu ausencia.
pero sucede de repente. como dicen en el gran pez.
el silencio explota contra mí, y el tiempo vuelve a correr no a la velocidad normal (aunque sea relativa), sino mucho más rápido, para compensar el tiempo que estuvo parado.
y entonces ya no estas, y en realidad hace meses que te fuiste, pero el tiempo había estado parado porque me habían hipnotizado tu sonrisa y tus ojos (que eran míos), y no me dejaste nada.
sólo esta desilusión en forma de tu persona, con tu nombre y tu cara;
y tu recuerdo.
ya no siento el dolor en mis pulmones, el aire es normal y respiro, pero me duele todo el cuerpo.
todo lo otro me duele desde que no estas,
y quién sabe cuánto es eso.
el tiempo a veces juega juegos conmigo que yo no sé jugar.
no quiero jugar, me duele.
y las agujas aturden mis oídos con sus tics, y sus horriblemente fuertes tacs.