El sabor amargo del final justo antes de que todo se termine, 
el gusto a óxido en los labios porque el corazón, que normalmente bombea sangre, hoy sangra, 
la crónica de una muerte anunciada. 
El adiós que se me queda en la comisura de los labios, porque ni te vas, ni viniste. Todo sigue como era, porque nunca fue. 
Y ahora sólo sobra un plato clandestino en mi mesa, y la mitad de la cama que no uso sigue hecha. No hay nada que decir, estaría de más. 
Sonrisas fingidas, y que tengas buena vida.