siempre quise aprender a tocar el piano.
creo que doy con el perfil: tengo los ojos grandes y tristes,
y el corazón entre angustiado y sereno.
¿será que podré?
de vez en cuando lo miro de reojo, deseosa, me siento en el taburete, levanto la tapa, acaricio las teclas -blancas y negras-, intento descifrar las notas de las partituras que alguna vez pertenecieron a mi abuela y tienen las hojas amarillentas...
pienso cómo se habrá sentido ella de chica, seguramente empujada a aprender por una sociedad que determinaba ciertos estándares para las "mujeres bien". ella que siempre porta una sonrisa, ella que siempre tienen una palabra optimista para decir, o una anécdota graciosa para contar. ella que le escapa a la tristeza y a las nubes negras. seguramente tocaba canciones alegres, de ritmos movidos, y alegraba reuniones familiares. seguramente...
yo, en cambio, quisiera rozar las teclas y desnudar mi alma. que mi corazón se desangre poco a poco, con cada nota, que la música me libere de la presión que siento cada tanto en el pecho...
para que yo también pueda sonreir, y que mi sonrisa se sienta verdadera y transparente, y que mis ojos vuelven a brillar un poco como alguna vez lo hicieron.
y entonces mi abuela pueda enseñarme las canciones festivas que ella sabe, y se siente al lado mío en el banco, como cuando yo era chiquita y jugaba a ser como ella.