Aun tu nombre...


Menciono tu nombre, lo digo apresuradamente, casi de pasada, como si fueses cualquier persona. Te nombro en cualquier conversación, indiferente, para que alguien con la misma indiferencia me responda como estas. Traigo al presente tu presencia con tu nombre, fingiendo casualidad y una mirada ingenua, cuando lo cierto es que nunca abandonas mi pensamiento. Evoco tu recuerdo ante cualquier detalle, trayendo a relucir algún que otro defecto, para disimular mi interés aun latiente. Publico tu nombre en medio de otro, queriendo inconscientemente acercarte a mí, acercar tu risa que ya hace tanto que no escucho, o encontrar tu mirada perdida por mi cuerpo. Pronunciar tu nombre me ayuda a traerte, y a sentir dentro el grito que no dejo salir, y mantengo preso. Recuerdo entonces como tu mirada lograba inventar en mí esa luz que ya no está. Y me siento expuesta y vulnerable. Todas mis mañanas contienen tus sonrisas, y por tus sonrisas amanecen mis mañanas. Tu nombre debería ser pronunciado cada día entre las paredes monótonas de mi cuarto, tus caricias deberían ser el aroma que emane de mi piel y tus besos deberían ser dueños de mis labios como lo fueron en el pasado, y ahora solo son recuerdos que mi alma guarda con recelo.

En ese instante surge la incertidumbre: ¿sos o no sos mío? Sospecho que aun vivo ese sueño de ser tuya, y de tenerte conmigo. Comienzo a olvidar la razón de mis desvelos y me deslizo a tus brazos en mi sueño. Tras esta farsa, un ejército de certezas se dispone a aplacar la ilusión, conocedora de que la indecisión sólo trae pena y fracaso. La duda desaparece, y concreto que ya no te tengo, y que solo pronunciando tu nombre logro revivirte...