desde que era chica mi mamá siempre me decía (y le decía a los demás refiriéndose a mí) que yo no conocía el miedo, que siempre miraba a la vida a los ojos, y que ni aunque se me presentara el mismísimo diablo yo flaquearía. yo me sonreía y me sonrojaba. solía estar secretamente orgullosa de esto, no porque nunca sintiera miedo, que de hecho, a veces lo hacía, sino de que el mundo pensara que no, de atreverme a enfrentar a quien o a quienes o a lo que se me interpusiera en mi camino.
hasta ahora.
que no hay un enemigo visible, que no sé contra quién combatir, que no estoy segura de qué armas emplear. y estoy paralizada, chiquita y asustada, frente a la inmensidad del futuro.
con vos a mi lado por ahora, y sin saber cómo hacer para frenar el tiempo, para que todo se quede así, perfecto, como lo sentimos ayer.
con miedo a seguir creciendo, a que la vida me aleje de las personas que más quiero, que las lleve lejos donde ya no puede escucharlas o sentirlas.
con miedo de no saber qué es lo que quiero, pero sabiendo que no quiero conformarme.
con miedo a la normalidad, a lo que se supone que debe ser.
con miedo a que pase el tiempo, y que al mirar para atrás solo haya arrepentimientos.

de cuando llegaste

apareciste cuando no te buscaba. cuando era feliz, y me sentía plena. cuando los días estaban cargados de risas y abrazos, y amigas eternas.
llegaste. te colaste en mis noches, y en mis horas.
te hiciste tan necesario y cotidiano como el café de las mañanas.
encontré en vos todo eso que no sabía que me faltaba.
nunca me olvides. nunca te vayas.
quedate donde pueda cuidarte, donde el tiempo no se nos escape, donde nuestra risa sea eterna.
quedate conmigo, hundido en mi abrazo.

Pensaba en el destino, y en eso de si nuestro futuro ya está escrito o somos nosotros los que lo vamos escribiendo día a día, con cada decisión; buena o mala. Y entonces pensé en nosotros. En que estábamos predestinados, aunque no lo supiéramos. Y pensé en todas esas veces en que nos cruzamos antes de esa vez. En que teníamos que estar juntos, pero no lo sabíamos, porque estábamos con otras personas. Por que elegimos opciones que nos llevaban por caminos distintos, y aunque el destino nos cruzara, nosotros no sabíamos aprovechar el momento.
Pero ahora estamos juntos, como tendríamos que haber estado desde hace mucho tiempo, aunque no podíamos darnos cuenta.
Y entonces llego a la conclusión que la vida es un poco de los dos. Un poco lo que el futuro nos depara, y un poco las decisiones que tomamos, pero al final de cuentas, un poco antes, o un poco después -dependiendo de nuestros propios aciertos o desaciertos-, las cosas son como tienen que ser; y lo que tiene que pasar, va a pasar... Eventualmente...
Por eso amo esa palabra. Y por eso te amo a vos.