El sabor amargo del final justo antes de que todo se termine, 
el gusto a óxido en los labios porque el corazón, que normalmente bombea sangre, hoy sangra, 
la crónica de una muerte anunciada. 
El adiós que se me queda en la comisura de los labios, porque ni te vas, ni viniste. Todo sigue como era, porque nunca fue. 
Y ahora sólo sobra un plato clandestino en mi mesa, y la mitad de la cama que no uso sigue hecha. No hay nada que decir, estaría de más. 
Sonrisas fingidas, y que tengas buena vida.

Nunca terminó, porque nunca empezó. Y así como venías, de pronto dejaste de venir. Yo siempre pidiendo que te quedes un rato más, vos sin entender que era mi forma más sincera de decir que te quería ahí conmigo, en mi cama, en mi domingo que antes nunca me gustó compartir con nadie, en mi vida. Vos tanta pasión, yo tanta ternura. Hablado dos idiomas distintos, sin decir nunca nada. Dejé de invitarte, de escribirte, de rogarte. Vos nunca hiciste acuse de recibo.
Pero nunca terminó, porque nunca empezó; porque nunca fue.

Te miento. 
Te digo que ya sé que esto es sólo esto y nada más. 
Te digo que ya sé que no podemos contarlo, ni seguirlo, ni enamorarnos. 
Sé todo. 
Como también sé que nunca pude separar el amor, del sexo, que nunca supe que se podía besar sin querer, así porque sí. Y yo creo que vos lo sabes, por eso pones distancia, por eso te vas antes del desayuno, por eso sólo respondes con sonrisas de cortesía cada vez que te digo que me encantas. Porque yo soy así, cuando estoy bien la alegría se me escapa por los poros, me lleno de sonrisas, de labios y mordidas, y hablo, porque nunca supe callar. Maldita necesidad mía de compartir todo lo que siento.
Pero igual te miento, te digo que ya sé, te dejo que te vayas, me guardo tu beso de despedida cada vez, porque no sé cuándo va a ser el último. 
Y es inminente, ya lo sé, pero te miento, para intentar convencerme.