Volví a esperar de vos lo que nunca supiste darme. Te dije que ya no me conocías más, y te invité a re-conocerme. Quise despedirme de vos y de ese sueño que quedó para siempre inconcluso. Pero vos, seguís siendo vos. Vos no cambiaste, no creciste, no mutaste. Sos el mismo que siempre ame, el mismo que siempre odie. Hasta la próxima vida desconocido.
Yo te elegí para siempre, vos elegiste para siempre no estar más conmigo.
Cada uno hace con su eternidad lo que quiere.
Elegí tus ojos, incompletos, de a pedazos, rojos, para mirarlos toda la vida. Tus ojos y tus pestañas que llegaban hasta el cielo, como mi amor. Podría haberme pasado la vida colgada de tu mirada. Pero elegiste irte y dejarme a oscuras. Sin imaginar que mi brillo iba a ser mil veces más fuerte que el destello de tus ojos. Soy mi propia luz, ya no te necesito alumbrando mi camino.
Te veo y todo se me pasa.
Con vos no quiero tener cuidado, ni tener razón, quiero perderla mientras me comes la boca y nos abrazamos rompehuesos. Quiero olvidarme del reloj, las contras y los peros, y secuestrarte por horas mientras se nos desgasta el cuerpo. Quiero esconderme para siempre hundida en tu abrazo y dejar que tu perfume sea mi aire. Quiero bailar acostados y hacer el amor de parados. Quiero reírme a carcajadas y contagiarte. Quiero pasearme provocativa y que me comas con la mirada mientras todos nos miran, pero nadie se imagina nada.
Dejemos lo posible para los mediocres, para los conformistas.
Nosotros seamos imposibles y que dure lo que tenga que durar.
Pero pude distinguir entre perder y dejar ir. Y yo no te perdí.
Te odio porque no me mentiste, porque no me engañaste, porque siempre me trataste bien. Te odio por ser atento y cuidar de mi hasta el último momento. Te odio por darme miles de buenos momentos y por no tener ningún recuerdo malo. Te odio por todas las razones por las que todavía te amo.