Extraño leer. Suena raro decir eso. Pero extraño leer. Ese momento tan íntimo y simple como es acurrucarse con una manta, una raza de chocolatada y un buen libro en el cual pueda perderme por horas. Extraño esas horas de ocio que antes solía dedicarle. Ya voy a recuperarlas, me digo, ya me voy a hacer el tiempo para elegir un buen libro, elegir una buena excusa, apagar todo y perderme en esos universos paralelos infinitamente más agradables que este, donde todo te aturde y te absorbe.