Una vez más me hiciste sentir así, tan vacía, tan perdida, tan ignorada. Yo te hablaba, te abría mi alma, te confesaba mis sentimientos, mientras tu mirada perdida en el suelo me lastimaba... ¿No podías siquiera pretender que me escuchabas? Y en la mitad de una de mis frases y como salido de la nada me preguntaste "¿por qué ahora?" Te miré desconcertada, no llegué a copmprender la magnitud de tu pregunta, y decidiste preguntar de otra forma "fui tuyo y fuiste mía, pero te fuiste; ahora que pertenecemos a otros, por qué volves?"
Tal vez las palabras más sinceras que me hayas dicho, y probablemente que me vayas a decir... No niego que tengas razón, pero entre el asombro que me causó tu sinceridad y el dolor que me provocó tu frialdad, me quedé paralizada. Sabía, adentro mío, que no había forma de refutar tus palabras, y tal vez por primera vez, agache la cabeza y decidí callarme.
Sonreiste orgulloso de haber ganado, pero tu actitud fue de poco caballero...
¿Acaso sería cierto que ya no sentías nada? Y fui capaz de aceptar que ya todo había cambiado, muy a mi pesar...
Nos miramos, me encogí de hombros y mientras los pedacitos de mi corazón se iban cayendo uno por uno, me fui alejando...
Y puede ser cierto que mis ojos aun se iluminen cuando por casualidad te veo, pero ya no te permito saberlo...